martes, 7 de septiembre de 2010

No me acuerdo, no quiero acordarme

No me acuerdo, no quiero acordarme. Quiero decir que decir mi nombre es poner mi firma, responsabilizarme de todos los hechos de mi pasado. Es volver a traerlos de nuevo aquí: amarillentos, arrugados, pesados.

Y no quiero acordarme, pero me acuerdo igual.

Miguel.

Bajábamos del bus en esa parada. Al otro lado de la manzana había un local de karaoke, pero eso lo sabríamos después. Ahora teníamos que desandar parte del trayecto recorrido por el bus y tomar una de las calles que daban a la plaza.

Yo, Carolina.

Dije hola después de que me dijera su nombre. Yo le dije el mío antes, justo cuando salíamos del bus. Ella ya había salido y yo me esforzaba por fijarme bien en dónde había puesto sus pies para no pisarla o tropezar con ella.

Y además, llovía. ¿No lo había dicho ya? Ah, pues no. A quienes nos gusta la lluvia no lo decimos así a lo primero, no hacemos como quienes les molesta, que siempre están con el mira como llueve en la boca, como si en vez de agua fuera otra cosa.

Sus pies eran de tamaño normal y no había nadie cerca de ella, así que tenía suficiente espacio libre para saltar del bus sin tener que pisarla. No era un problema de espacio. Me acuerdo que era yo, que había ido todo el rato en el bus imaginando cómo sería su forma de caminar. Había puesto toda mi atención en sus pies y, claro, me parecían enormes.

Y además, llovía. ¿No lo había dicho ya? Ah, pues sí. Por eso ella sostenía el paraguas abierto sobre su cabeza. Pasado el tiempo me convencí de que era un paraguas como otro cualquiera, pero esa noche de lluvia me parecía el paraguas más extraño que nunca había visto: con interminables trozos de tela que se movían en todas las direcciones y que a ratos me dejaban ver su rostro y a ratos me lo ocultaban. Un endemoniado paraguas.

Claro que si he dicho que me gusta la lluvia lo lógico es que yo no llevara paraguas. Y, por esta vez, fui lógico y salí a la calle sin paraguas.

Ella, paraguas en mano, esperando al lado del bus a que yo bajase. Después de decirme su nombre yo le digo hola como queriendo volver al año cero. Y no llevo paraguas. ¿Un problema? Puede.

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