sábado, 23 de octubre de 2010

Queríamos diversión pero más íntima

Y acabamos por llegar.

Entramos y aceptamos con resignación lo inevitable: el recital de frases inacabadas llamadas poemas por una escritora de unos cuarenta años que se presentaba al reducido público como una joven promesa de las letras. Mediocre. Hueca. Triste. El grupo de íntimos que la seguían desde la primera fila aplaudían, lloraban y le gritaban olé y guapa.

La joven promesa era también amiga del becario con el que asistíamos en grupo a la función lírica titulada, de forma muy poco original, 'Azul...', nombre de uno de los libros del autor del poema 'Lo fatal'. Cuando terminó, nos tomamos una copa con ella y con el becario. Fuimos correctos, sin más. Enhorabuena. Suerte. Muy interesante. Me quedé con ganas de más. Ha venido bastante gente. Y, al fin, es tarde, tenemos que irnos.

¡Ah, sí! El sitio. La decoración. Pues barroco con fotografías antiguas de visitantes ilustres o minimalista con sofás rojos. Como mejor guste a la imaginación del lector o lectora. Lo que sí es seguro es que había humo, de tabaco y de otras cosas, y una iluminación débil y amarillenta.

Recuperé el paraguas que había dejado a la entrada del local, aunque no me sirvió esta vez, ya que dejó de llover. El becario, que era profesor en la universidad, no tardaría en abandonar el grupo, pues vivía cerca y dijo que tenía que madrugar al día siguiente. Daba clases de literatura, de una asignatura con un nombre muy bonito y muy largo, y que, según los rumores, consistía básicamente en hablar durante cuatro meses de Bartolomé de las Casas y del Inca Garcilaso.

Así que con el becario recogiéndose pronto, y el resto del grupo con gana de más copas, la noche se presumía divertida. El problema es que, aunque no nos lo dijéramos, Carolina y yo queríamos diversión pero más íntima.
 

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